lunes, 20 de noviembre de 2017

Kong - La isla calavera

Reconozco que cuando fui al cine a ver esta película, lo hice un poco obligado por las circunstancias. Entre que iba después de unan película de Godzilla que no había visto, pretendía ubicarse en un universo compartido de monstruos gigantes y Kong nunca es que me haya hecho mucho tilín, pues bueno, pensaba pasar. Pero bueno, las cosas pasan y acabé entrando al cine a ver este engendrín tan simpático.

Y al final, no se puede decir que me ha aburrido ni un poco. Kong – La isla calavera nos mete, un poco porque sí, al final de la guerra de Vietnam. Cuando las tropas no sueñan más que con volver a casa, una unidad es desviada a una remota isla del Índico para escoltar una “operación geológica”, excusa que utiliza el gobierno para ocultar una expedición para encontrar y capturar a King Kong, un simio gigante de 80-100m de alto que allí habita. Como no puede ser de otra manera, la isla esconde mil peligros y el Rey Mono no pondrá su captura nada fácil.


No sé si decir que es lo más cuestionable o lo más destacable, pero el guión es un auténtico despropósito desde el minuto uno. A diferencia de otras propuestas recientes (miremos por ejemplo la recién reseñada Robin Hood), esto no es un problema tan grande, puesto que Kong abraza el pulp más salvaje con todas las ganas posibles, dejando claro que no tiene ninguna intención de tomarse en serio a sí misma.

Esta es la mayor diferencia de los dos planteamientos. Kong invita con toda su alma a apagar el cerebro, ignorar la monodimensionalidad de los personajes principales, la extraña causalidad de los entuertos que ocurren aquí y allá (la de cosas que ocurren “porque sí”, jué) o la extraña presencia de unos personajes secundarios que parecen no hacer otra cosa que entorpecer a los protagonistas, correr de aquí para allá, enamorarse aleatoriamente y morir sin apenas más que tres palabras de diálogo. Kong es un festival de acción y fuegos artificiales sin más excusa que la caza de la bestia.


Pero bueno, vaya pedazo de festival. El director Jordan Vogt-Roberts goza de su primer presupuesto abultado, pero lo afronta consciente de la total falta de enjundia del guión que tiene entre manos. Con la excusa de buscar a la bestia peluda gigante, se toma muy en serio el ofrecer una bestial (je je) orgía de destrucción y cabezas cortadas la mar de rebonica.

PIM PUM BANG AAARGHHH MUEREEEE NOOO CRUNCH ÑAM ÑAM

Esto es toda la película. Si Kong tuviera una barra de vida en la parte superior de la pantalla, podríamos decir que estamos dentro de un videojuego. Criaturas gigantescas, ostiones por doquier y muertes tremandamente imaginativas para unos humanos que van pasando a toda velocidad de una fase a otra. A pesar de que Kong varía un poco en tamaño según el momento, es el King Kong más majestuosamente desmesurado que recuerdo haber visto en el cine. En fin, un gran trabajo de CGi por parte de los creadores.

Con este panorama, el trabajo actoral oscila entre lo patético y lo lamentable, con cierto esfuerzo para ver quién es el que hace la chorrada más grande. De entre ellos es obvio destacar a Tom Hiddlestrom, que sigue aprovechando el tirón que da Loki para ganar pasta a mansalva con el mínimo esfuerzo (que me aspen si su personaje no es Nathan Drake) y también a un Samuel L. Jackson pasadísimo de vueltas como casi sólo él sabe, que estoy seguro se habrá divertido de lo lindo rodando la película.

Kong desprende el aroma de película de serie B al que tanto cariño tenemos. Sus escenarios, la gratuidad argumental y la dispersión de la cutrez son toda una invitación a admirar un placer culpable de esos que son tan malos que les coges cariño. Claro que luego ves el presupuesto de 185M$ y te prguntass qué ha ocurrido. No negaremos que hay que pagar a las estrellitas y hay mucho efecto especial resultón, pero bueno, con ese músculo económico detrás, ya podrían haberse currado algo más el resto de apartados técnicos. Tiende a ser una mala combinación pedir ser considerada de serie B cuando tienes pasta pide gran superproducción.

 
Preguntando por aquí y allá he recibido quejas sobre lo poco que se parece este Kong al clásico de los años treinta, echando a faltar la mítica escalada por el Empire State y el secuestro de la lluvia de turno. Estoy totalmente de acuerdo a que no se parece en nada, casi podríamos decir que recuerda más ser una versión super-vitaminada de la versión Nintendera (Donkey Kong): un animal noble pero brutal, simple pero imbuido de majestad y siempre dispuesto a comerse un buen calamar. A fin de cuentas, ¿no le habrían caído más ostias si el director se hubiera limitado a re-imaginar la película clásica? ¿Es que nadie se acuerda de la fallida revisión a cargo de Peter Jackson y las críticas que recibió?

Curiosamente, ni el despróposito del guión ni el alejamiento de la película clásica traen consigo el aburrimiento. El film sabe ser entretenido, ofreciendo un compendio de fuegos artificiales tan vacío como espectacular en el que cabe cualquier cosa, capaz de dejarte intrigado sobre cuál será la siguiente majadería. Por decirlo de alguna manera, en esta mejunje de King Kong viajando al centro de la Tierra a través de las minas del Rey Salomón con ayuda de Patlabor y Robinson Crusoe, a nadie le hubiera extrañado que apareciera Piolín devorando al gato Tom, o un marciano de Mars Attacks montándoselo con la Gremlin sexy.


La verdad es que la película cumple lo que promete: Monstruos gigantescos luchando sin descanso durante dos horas. En ese sentido hay que reconocer que la propuesta es bastante honesta y por eso se ha ganado 3 puntos.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 5.8

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