domingo, 10 de enero de 2016

Superman



Estas Navidades han tenido toneladas de nostalgia de mi infancia y he vuelto a ver muchas de las películas que me encantaron de pequeño (últimamente no paro). Por estas cosas que pasan, volví a ver la película de superhéroes que más me gustaba de niño. No estoy hablando del Batman de Burton, sino la viejuna Superman de Christopher Reeve.

¿Cómo no emocionarse con esta película cuando eres un retaco de seis años? No sé cómo explicarlo, pero ver a Supermán en Cómics (tenía ya un porrón en casa) o en dibujos animados no se podía comparar a ver mi superhéroe favorito en carne y hueso. Poco me importaban sus agujeros de guión o su horterismo ochentero (¡aunque sea del 78!)  

Y después de verla, me he llevado una sorpresa. Quizás el recuerdo de sus terribles continuaciones (que son de lo peor) pesaba mucho, pero esperaba ver una película de una calidad bastante más cuestionable. La adaptación es brillante, trasladando con acierto el espíritu alegre y desenfadado de un cómic entrañablemente blanco e ingenuo, sin trazas de traumas o sombras (ni Alan Moore ni Frank Miller han hecho de las suyas todavía), con un Superman superperfecto y un Lex Luthor muy malvado y muy jokerizado. 

La (larga) película se divide en tres partes bien diferenciadas:
Empezamos contemplando con asombro el fin de Krypton, con una representación llena de solemnidad cargada en los poderosos hombros de un Marlon Brando que le añade la trascendencia que requiere el momento. Una introducción del personaje mucho más virtuosa (aunque visualmente menos impactante) que la que tuvimos años después con Rusell Crowe. Sabe sorprender y mantenernos interesados. 

Luego, un Superman adolescente busca su lugar en el mundo y no entiende por qué no debe usar sus poderes para salir adelante, comportándose como un remilgado y tímido terrícola. La sobredosis de ñoñería se hace algo pesada, pero la aparición de la Fortaleza de la Soledad aporta las dosis de molabilidad necesarias para que esta parte de la historia se haga interesante. 

Finalmente, el mayor boy-scout de la ficción comiquera sale a la luz mostrando todo su poder y su bondad. El supermalo Luthor tiene sus planes para hacerse riquísimo y Superman no parece tener intención de interponerse en su camino (está demasiado ocupado ligando), pero  como no quiere cabos sueltos, intenta acabar con él. Evidentemente, el kyptoniano más conocido se verá obligado a intervenir y chafará los planes del malo maloso. 

Aunque sus mastodónticos 160 minutos puedan parecer excesivos, el guión se encarga de llenar con brío y acierto los mismos, consiguiendo que el entretenimiento y la diversión afloren fácilmente. Cada pieza está en el sitio que debe estar y la maraña que compone funciona con pleno acierto para evadirte sin esfuerzos durante casi tres horas, que tiene su mérito. Eso sí, se nota que es una película de antes de los ochenta, ¡qué buen rollito con los buenos y que malvados son todos los malos! Las patilladas del guión son tan salvajes que no puedes evitar reírte. Cómo si no digerir el enamoramiento de Lois, la aparición de la Kryptonita (es de traca) o el WTF tan descomunal que es el final. SPOILER: Dar la vuelta a la Tierra para que gire al revés (¡) y así volver atrás en el tiempo (¡!) para salvar a Lois (OK) pasando del resto de muertos que ocasiona la inundación (¡!!). Oye, y de niño ni te lo cuestionas. Lo das como glorioso, aplaudes a Supermán (¡es el mejor!) y te quedas con una sonrisa de oreja a oreja.

En cuanto a los actores, sorprende encontrar a un Gene Hackman tan histriónico y pasado de página. No me esperaba ver a Lex Luthor convertido en un demente digno del Joker, pero vaya si le da empaque, no sabes por dónde demonios va a salir o que nueva animalada se le va a ocurrir. Por su lado, Christopher Reeve parece haber nacido para ser Superman, aportando la mezcla adecuada de candidez y pedantería para convertirse en el semi-dios volador que todos adoramos. Es inesperado ver su esfuerzo para hacerse querer a pesar de que el guión no leshace ningún favor. El resto del elenco cumple, sin más.

La mayor alegría me la he llevado con sus efectos especiales. Se nota que hay duros, mimos y el mayor despliegue tecnológico del momento. Mucho más redondos que los que veremos en las continuaciones posteriores. Son ingenuos, toscos y desprenden un candor tan ilusionado que es imposible no verlos con una sonrisa en los labios. En su impostura, se vuelve adorable. Cuando está volando, se hace tan obvio que es un truquito de cámara que consigue un efecto más intenso que el tope-realista CGi generated de Supermar Returns o El hombre de acero. Simplemente, mola. 

Y luego está mi compositor favorito de bandas sonoras. Junto con la de Rocky, Superman es la mejor canción para ponerte a escuchar en el gimnasio. Mola y te pone a tope, ¿qué más necesitas?

Es decididamente ingenua y entretenida. Los efectos especiales cantan más que una almeja, pero sorprenden para ser los setenta (sí, ya sé que Star Wars existía, pero estos van en otra onda). Se hace imposible ver este film sin una sonrisa condescendiente en los labios. Cualquier fan de los efectos especiales, de los superhéroes y de todo este mega monstruo Vengador de la actualidad debe de echar un ojo a este Superman, por todo lo que supuso y por todo lo que vino después. No tendríamos nada de lo que disfrutamos ahora si antes no hubiera estado Christopher Reeve y su hombre de acero.

Sí, el final desafía todas las leyes de la física, la lógica y la decencia, pero bueno…pecadillos veniales. Yo me lo he pasado en grande.

Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.7

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