domingo, 25 de octubre de 2015

Superdetective en Hollywood



Los ochenta tuvieron cosas muy buenas y es bueno dejarse llevar de vez en cuando por la nostalgia. No obstante, también hubo otros atentados al buen gusto que no es conveniente recordar. Las hombreras, las baterías electrícas, Eddie Murphy…

Sí. Eddie Murphy nunca me hizo la más mínima gracia. Ni en ésta ni en casi ninguna de sus películas, pero oye, si el guión es bueno, se hacía incluso soportable.
En Superdetective en Hollywood encarnaba a un detective muy particular de Detroit, rebelde, incapaz de aceptar ninguna orden y con una jeta de cuidado. Como en toda película que se precie, es apartado de un caso que quiere investigar y, cómo no, se saltará todas las normas, trasladándose a Los Ángeles para resolverlo.

Eddie Murphy había pegado su primer pelotazo con “límite 48 horas” y lo había confirmado en “Entre pillos anda el juego”. Ya podía presumir del estatus de estrella para exigir una película dedicada a su lucimiento total y absoluto, con un guión y unos gags están hechos para molar y presumir. Echándole jeta y palabrería, es quién se encarga de mantener a flote una película a la que le falta consistencia y un par de hervores para tener sustancia. Le aporta toneladas de carisma, eso no se puede negar. El problema para mí viene cuando la estrella es alguien que te cae gordo, que no va a conseguir que la película me guste. 

El humor se combina con escenas de acción e investigación, en una mezcla que se convertirá en muy característica en la carrera de Eddie Murphy. Tiros y chistes, un poquito de aquí y de allá, chistes de morro, unos cuantos gags absurdos y otros que contienen algo de crítica social. Por momentos parece que quiere acercarse a Agárralo como Puedas pero sin atreverse a tener su mala leche, destilando un mejunje desigual, algunos golpes son realmente desternillantes (lo que se puede hacer con unos plátanos, jué) y otros son realmente estúpidos (la borrachera inicial da vergüenza ajena).  

La dirección propone una puesta en escena marcadamente ochentera, con muchos detalles estéticos que ahora resultan entrañablemente horteras. Tanto la acción como el ritmo son muy deudores de su época, algo lentos y faltos de brío para nuestros gustos actuales, pero más que funcionales al estrenarse.

La historia se despacha con una trama facilona y unos personajes insulsos, no olvidemos que lo que importan aquí son los chistes y el careto de Murphy. No hay realmente intención de crear una intriga, sólo generar la excusa para poner unos tiros y unas risas. La acción es correcta y la investigación se resuelve de forma patillera, pero oye, la banda sonora es una auténtica pasada y el conjunto de la película entra como nada. Te despistas y te la has ventilado. Especialmente con la traca final, con unos últimos 15 minutos inesperadamente inspirados que te dejan un sabor de boca tremendo.

Visto desde la actualidad, su falta de calidad no explica muy bien como triunfó tan a lo bestia, con un éxito tan grande que dio pie a dos secuelas aún más irregulares y a un sinfín de películas clónicas. Aceptamos tenía una banda sonora estupenda, pero luego no hay nada más que una estrella emergente y risas fáciles en una historia floja con ganas. Sin embargo, su ligereza y sus nulas pretensiones la convirtieron en una película fresca y fácil, tal como la primera Taxi de la que hablé recientemente. A veces no hace falta más que eso: caer simpático, un poco de carisma y proporcionar la oportunidad de apagar el cerebro durante dos horitas entretenidillas. 

En conjunto, es una mala película, con chistes irregulares y una estética desfasada, pero está cargada de carisma y generó estilo a su manera. Como entretenimiento… cumple, bueno, si no te entran ganas de atizar a Murphy cada treinta segundos, claro.

Nota: 3
Nota filmaffinity: 6.1

"¿Me llevan detenido? ¡Pero si me han tirado de la ventana! Y si me hubieran tirado de un coche en marcha, ¿de qué me hubieran acusado?¿de no cruzar por el paso de cebra?"
TREMENDO

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