miércoles, 14 de octubre de 2015

Miss Hokusai



1814, Hokusai es el pintor más famoso de Japón. Vive con su hija O-Ei en la ciudad de Edo (la actual Tokyo). El “loco de la pintura”, como se llama a sí mismo, y su hija trabajan día y noche encerrados en su taller, componiendo obras que luego se harán famosas en el mundo entero.

Igual su nombre no os suena, pero estáis hartos de ver sus obras. Si pensáis en cualquier pintura « clásica » japonesa, estaréis pensando en alguna de sus obras: la ola gigante, el vicio de los tentáculos nipones, las dos prostitutas, el red fuji…Sí. Todas son suyas. ¿Pero cuanto sabéis de su historia? ¿Cómo era el artista detrás de ella? Aprovechando que la pasarán en el festival de Sitges que apenas empieza…si queréis saber lo que fue, no dejéis de verla.

Hokusai, inspiración de numerosos artistas, es continuamente cortejado por los notables de la sociedad, que están dispuestos a pagar enormes sumas por adquirir sus pinturas. A pesar de ello, el rechaza casi siempre los encargos, siempre dispuesto a pintar lo que sus “manos endemoniadas” desean. Su hija O-Ei lo ayuda a completar sus obras, confundiéndose a menudo quién pinta qué.

Tras los pasos de las estrellas de la animación japonesa Hayao Miyasaki e Isao Takahata –que dicen haberse retirado- una nueva generación de artistas ha tomado el relevo : desde Mamoru Osaa a Mizuho Nishikubo, los miembros del estudio I.G. nos ofrecen películas dignas de los años de gloria pasados. Esta nueva obra de Keiichi Hara (autor de las interesantes Un verano con Coo y Colorful) se nos ofrece un nuevo aporte de inteligencia, ternura y poesía.
El film cuestiona el acto de crear: ¿De dónde viene la inspiración? ¿Todo lo que sale de un artista es una obra de arte? ¿En qué momento se puede considerar que una obra está realmente acabada? Hara combina la animación más moderna con el característico estilo pictórico de Hokusai, lo que da lugar a secuencias plásticamente magníficas, llenas de lirismo, con las que intenta que el espectador comprenda como respondía el artista a estas cuestiones. Escenas muy bien paridas, con una fuerza visual innegable que son capaces de fascinar tanto al capturar un dragón y encerrarlo en una superficie plana como al presentarnos Edo con una viveza que desborda mimo y gusto por el detalle. Cada templo, cada puente, el abigarrado mercado, las gélidas estampas invernales, los barrios de geishas…La misma Edo toma vida en la película. Todo el que disfrute de la imaginería de la época se lo pasará como un niño pequeño, pues los autores han introducido multitud de detalles costumbristas sobre la vida en el Japón del XIX. Costumbres, vestuarios, entretenimientos, relación entre aprendices y maestros, la vida de las geishas, borracheras continuas, los actos religiosos y la vida en los templos, las diferentes maneras de organizar un hogar, artistas de todo tipo y pelaje, el papel de la mujer, la alegre vida del mercado y otros puntos de reunión social, en fin la vida. Retratada, remasterizada y mostrada en pantalla.

El film se acaba articulando a través de la vida de O-Ei para explicar la cotidianeidad de los dos artistas. Es de destacar como se construye a un personaje femenino muy singular, de carácter fuerte, decididamente independiente que asume unos conceptos morales mucho más liberales de los usuales de la época y que contribuye plenamente –aunque sin poder salir de su sombra- al extraordinario legado artístico de su padre, del que ella está determinada a seguir sus pasos

Tu retina se ve desbordada de imágenes de onírica belleza, la mente de un artista se abre ante ti y Edo cobra vida ante tus ojos. No obstante, el cine no es sólo belleza poética (o sí), también debe tener algo que contar y eso es lo que encuentro que falta en la película. Contemplamos extasiado el día a día de los Hokusai, su proceso creativo y sus pesadillas interiores. No es poco, pero no hay más que ello. Su lento ritmo permite la recreación extasiada ante la sobredosis de belleza y también un aburrimiento considerable para aquel que desee que el film le cuente algo.

No es un biopic al uso, pues no hace otra cosa que relatar la cotidianeidad de la vida, sin buscar en ningún momento captar el interés del espectador. Es éste quien debe esforzarse por apreciar los considerables puntos fuertes de la película y obviar sus también importantes carencias. Puede fascinar ( y mucho) a unos pero seguro repudiará a otro buen puñado. Quizás no sea una de las grandes películas del año, pero sí que es de las que tiene suficientes puntos interesantes como para merecer un visionado con cariño. Si os gusta Japón o disfrutáis con un apartado visual lleno de virtuosismo, no lo dudéis.

Nota: 6
Nota filmaffinity: (no tiene), IMDB: 6.5

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