martes, 20 de octubre de 2015

Astérix y La residencia de los Dioses



Después de las divertidas aunque francamente mejorables películas interpretadas por Clavier y Depardieu, parecía que Astérix ya había dado todo de sí. Sus otras películas, de animación, eran correctas, pero no aportaban nada que no tuviéramos ya en los tebeos. Sin embargo, el éxito de Tintín abrió la puerta a una manera  diferente de reflejar los cómics que dio esperanzas a aquellos que querían ver una buena película de Astérix en animación. En España ya tuvimos a Mortadelo, Lucky Lucke está en preparación, Superlópez caerá tarde o temprano… Y desde Francia, Astérix era obligatorio. 


Astérix, Obélix y compañía están plenamente integrados dentro de nuestra cultura y no necesitan ninguna presentación. Por ello, en vez de optar por hacer de nuevo algunas de las mejores obras de Goscinny-Uderzo, los estudios SND (Gru) han optado por acercarse a una entrega menor: La residencia de los dioses. En vez de hablar de conquistas y batallas, César decide conquistar a los galos mediante el dinero. Convirtiendo la zona en una lujosa residencia de veraneo, la codicia surgirá y los valerosos guerreros sucumbirán al “Roman way of life”. No todos los galos estarán de acuerdo, claro, pero nunca rendirse había sido tan tentador…

El argumento, que en sí no da para mucho, es trasladado con mucho ritmo y fluidez a la gran pantalla, respetando con agrado la idiosincrasia de los particulares galos y los desdichados romanos. Todos los dejes y sus manías están bien representadas, repartiendo con acierto el protagonismo entre todos, lo que le da frescura y dinamismo. Los diálogos están bien imbrincados y transmiten mala leche e ingenio en una aparente ingenuidad. No destaca por su profundidad, pero tampoco es algo que se pida, ya que se lanza rápidamente a un tono ligero y autoparódico que realza su aura de estilo bondadoso y amable. Goscinny estaría la mar de orgulloso del trabajo realizado.

La animación no destaca por su virtuosismo técnico pero funciona con corrección para trasladar a la gran pantalla el universo creado por Goscinny y el estilo plasmado por Uderzo. Como ya ocurriera en Tintín, el 3D con cell shading de captura de movimiento se convierte en el mejor vehículo para convertir las viñetas en movimiento cinematográfico. Se aleja suficiente del cómic como para tener personalidad propia, pero sigue estando suficientemente cerca como para ser perfectamente reconocible por el fan. Todo reluce con agrado, con las complicaciones justas para dar un resultado notable y funcional.
Entre Gru, el monstruo del bosque y Astérix, la animación francesa está viviendo una buena época.

El tema recurrente al adaptar nuestros amados libros es contemplar aterrado la salvajada en que han convertido tu objeto de deseo. Sin embargo, los estudios se están esforzando por hacer la traslación con cierto respeto en los últimos tiempos, pudiendo entrever la obra original en el producto final. Pero en esta no es que haya respeto, aquí lo que hay es cariño. Se nota que hay mimo y ganas de hacerlo bien. Los primeros que quieren un Astérix con el que disfrutar son los propios creadores y esto se nota.

La película dura lo que tiene que durar, capta adecuadamente el espíritu de los cómics y está repleto de gags que funcionan en su mayor parte. Es capaz de divertir sin cansar y, realmente, es Astérix. Y con eso no hace falta disir nada más.  

Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.4

Un par de frases para la posteridad:
“¿Me puedes decir para qué sirven los romanos si no podemos atizarlos?”
Obélix

“Yo salí de Roma dejando a una mujer embarazada, y ahora soy abuelo…”
Romano anónimo

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