lunes, 7 de septiembre de 2015

Los Minions



Tanto Gru como Gru 2 cumplían perfectamente como una película de entretenimiento refrescante. Prometían y aportaban buenas risas, especialmente a cargo de unos bichejos amarillos tan adorables como estúpidamente incompetentes. El merchandising lo dejaba claro: los Minions son una mina de oro. Sacar una película propia para ellos es casi obligado. Ahora bien, ¿se han cargado una franquicia o el resultado es digno?
Vamos a ver.




Todos los secuaces necesitan un malvado al que adorar y servir. No son nada sin él. Los petisos carambanales han existido desde el inicio de los tiempos y siempre han buscado, incansables al jefe más terrible. A pesar del trailer, yo esperaba una película en torno a la primera colaboración con un Gru novato que hacía sus primeros pinitos en esto de la maldad. Lo que nos encontramos son noventa minutos que condensan un batiburrillo de ideas con todas la historias que acontecen a los Minions A.G. (Antes de Gru).

El cacao de ideas es realmente grande, provocando derivas argumentales parecen no llevar a ningún lado concreto, generando así la aparición escenas sin mucho sentido. Parece como si demasiadas manos hubieran metido baza al escribir la historia y todos hubieran exigido que la escena o el chiste que escribieron apareciera en la película. Tras unas cuantas vueltas y revueltas de aquí para allá, aparecen por fin los malos malosos y la atención se centra un poco pero ni Scarlett Overkill y su marido Herb no pasan de ser unos antagonistas de tres al cuarto, planos y con poca gracia a pesar del esfuerzo de Sandra Bullock y de Michael Keaton al poner las voces. Ni rastro del carisma y de la mala leche de Gru.


A fín de cuentas, es una película encargada por la productora para sacar dinero, con unas fechas muy ajustadas para su realización y un  director que no estaba muy ilusionado por la película. Y se nota. No negaremos que los minions se han ganado el derecho a protagonizar su propia película, pero no es lo mismo servir de recurso cómico secundario que genenerar sustento para noventa minutos por sí mismos. El guión se debate constantemente entre generar una secuencia de mini-sketches muy divertidos pero con poca consistencia y tener una historia coherente sobre la que basar los gags. Al final el argumento recuerda a los “… como puedas” del trío ZAZ, un mero sustento para ordenar los chistes y poco más.

Es curioso que, a pesar de todos estos defectos, la película sea igualmente divertida. El compendio de chorradas y tonterías que protagonizan los Minions es más que suficiente para que la veas con una sonrisa y cualquier estupidez te saque la risa tonta. ¿Qué tienen estos bichejos amarillos para ser tan rematadamente adorables? Si alguien aún dudaba que adultos e infantes adorábamos a estas criaturas, la impresionante taquilla que están recaudando nos lo confirma. Sí, adoramos a los minions; nos hacen reir, los queremos achuchar, los queremos adoptar,…los queremos y punto. Como una multitud Frank Drevins que se han equivocado de película, son ocurrentes, leales, conscientes de su deber… y metepatas como pocos.


Derrochan tanto gracejo que te que ríes con cualquier pedo que se tiran. Y de ello es de lo que abusa la película. En todo momento mantiene un tono blanco para todos los públicos y se pasa del humor físico slapstick al absurdo a una velocidad descomunal. Aunque la calidad de los chistes se diluye en favor de la cantidad, acaba cayendo alguno que conecta contigo y te hacer reír.

Además, al pasear a los Minions por medio mundo, los animadores pueden añadir un buen puñado de chistes a base de los tópicos de cada lugar, ofreciendo un espléndido nivel de detalle en las construcciones. La recreación del Nueva York y del Londres del 1968 es más que lograda, especialmente en la capital inglesa, dónde el conocedor de la misma puede entretenerse reconociendo la multitud de locales y monumentos que aparecen: Westminster, Hyde Park, la Torre de Londres…Destaca especialmente el combate final en Trafalgar Square, en el que aprovechan para destrozar medio British Museum porque sí (que siempre mola).


Es obvio que es una película que se ha hecho a toda prisa para aprovechar el tirón que ha generado la fiebre de los Minions, pero tampoco es un film que busque la más mínima trascendencia. Con sus obvios defectos que no intenta ocultar, consigue ser un agradable entretenimiento veraniego para apagar el cerebro y estar fresquito durante noventa minutos. Tiene sus momentos gloriosos y otros que te ríes a mandíbula batiente, pero el conjunto es demasiado irregular. Es el problema de hacer las cosas con prisas y sin una verdadera historia de fondo.

Nota: 4
Nota filmaffinity: 6.0
Publicada previamente en Cinéfagos AQUI 

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