martes, 14 de abril de 2015

Los goonies

“No os dais cuenta, la próxima vez que veáis el cielo será en otra ciudad, la próxima vez que hagáis un examen será en otro colegio. Nuestros padres quieren lo mejor para nosotros, pero ahora tienen que hacer lo que les conviene a ellos, porque ese es su momento, es su momento allá arriba, y aquí abajo esta el nuestro, nuestro momento está aquí… y todo eso acabará en el instante en que subamos al cubo de Troy”

¿Qué cosa podía causar más terror a un niño de los 80 que perder a su pandilla? La búsqueda del tesoro de Willy el Tuerto constituye la última aventura de Los Goonies. Para ellos es el momento de experimentar una emoción que recordarán toda su vida, mientras que para nosotros supone la posibilidad de recordar –una vez más- que la aventura está a la vuelta de la esquina.
Y es que nos hacemos mayores. Esas aventuras imaginarias en la casa del árbol, en la cala abandonada a quince minutos en bici (voladora) o encontrar tu Dragón de la Suerte antes de cenar ya no se tienen (tanto). Los tiempos han cambiado. El ansia de aventuras, no. En los 80 la aventura estaba tras cualquier esquina. Armado con la imaginación y protegido por tu pandilla, hasta ir a comprar se podía convertir en una aventura épica. Ahora si un niño quiere aventuras puede seguir los pasos de Altaïr en Damasco, sufrir con Garrosh en Azeroth o entrar siguiendo a Tidus en los bosques de Macalania. Emociones en vena, pero diferentes.

Para los mayores, ¿qué queda de estas experiencias ochenteras? Willow, La historia Interminable, Cristal Oscuro… y, sobretodo, Los Goonies. Ésta es una película que aprovecha tus ansias infantiles y te las marca a fuego. Es la película ideal para ver el verano de tus once años con un gigantesco bol de palomitas y asombrarte con este grupete inolvidable que parte en busca de la aventura que todos soñamos. Se graba en tu alma y te llena de nostalgia y buenos recuerdos en cada visita.

Aún hoy conserva el mismo ritmo desenfrenado y divertido del primer día. Ha envejecido estupendamente. Aunque algunas subtramas pequen de tontorronas o su sentido del humor resulte algo desfasado y pueril, el paso del tiempo no ha conseguido enturbiarmela. Incluso si obviamos las ausencias tecnológicas actuales podría pasar por un gran estreno salido del horno. Además, aquí los niños están haciendo de niños y eso le da un puntito extra de calidad. Incluso ahora tendrían que censurar gran parte de su “autenticidad” (esos insultos…).

Steven Spielberg, Chris Columbus, Richard Donner… Son nombres poderosos dentro de la industria del entretenimiento puro. Toma un argumento sencillo y lo conduce por una película que tiene las ideas claras,sabe lo que quiere ser y cuenta con la capacidad de reírse de sí misma con unos toques ácidos (ya insinuando lo que el director daría en Arma letal o Los fantasmas atacan al jefe) impagables en una propuesta infantil.

Rodar con niños es siempre un problema, pero Richard Donner consiguió que se sintieran cómodos y desprendieran autenticidad. Para no encorsetarlos, Donner les dejaba mucha manga ancha, permitiendo que improvisaran casi todas las escenas con directrices menores. No estaban actuando, simplemente estaban viviendo su propia aventura de la misma manera que nosotros disfrutaríamos con ella; incluso cuando se asombran al ver el barco pirata lo hacen sinceramente, ya que era la primera vez que lo veían. ¿Quién le iba a decir a Josh Brolin o a Sean Astin la cantidad de horizontes y Tierras Lejanas que iban a acabar atravesando?

Ritmo rápido, acción artesanal, niños en su punto justo de cocción y un tesoro pirata. Ingredientes más que suficientes para crear una de las mejores películas de aventuras que podemos disfrutar con toda la familia.

Me gustaría saber cuánto de lo que me hace sentir es producto de la nostalgia y cuánto de su calidad (que la tiene, y de sobras). Es decir, ¿un niño que la viera ahora disfrutaría tanto como yo disfruté de ella hace ya casi dos décadas? Mi corazón quiere decir que sin duda, pero es que se me hace imposible hablar de Los Goonies dejando a un lado todo lo que significa para mí, irradia buen rollo, color y aventura de la mejor manera. A mí me llena por todos lados y probablemente (habría que hacer cálculos con “La última cruzada”) es la película que he visto más veces. No sé cuántas veces me he emocionado con la experiencia de ser espectador de la más original fuga de una cárcel, tampoco vivir la emoción de encontrar un mapa del tesoro en el desván, descender a las cavernas a través de un restaurante abandonado, ser más listo que Chester Copperpott,  esquivar las tggampas, no subir al cubo de Troy (¡sobre todo eso!), resbalar por los toboganes, encontrar el barco pirata… Salir con vida de todo ello y encima salvar a mis padres de la bancarrota porque mis canicas ahora molan mucho más. ¿Qué hay mejor que eso?  Cada vez que la veo vuelvo  a ser durante noventa minutos el niño que fui y me permito disfrutar de esta pandilla, de los Fratelli, de Sloth y de su camiseta.

Todo niño debería ver esta película antes de crecer.

Y una pregunta final, ¿Por qué lo peor fue lo del pulpo? Nunca lo entendí…

Nota: 10
Nota filmaffinity: 7.3
Publicada previamente en Cinéfagos AQUI

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