domingo, 22 de febrero de 2015

La Terminal

Cuando uno está de vacaciones intenta aprovechar para quedar con los amiguetes, montar timbas y acabar todas las cosas pendientes que no se pueden hacer mientras se está trabajando, pero de vez en cuando lo que apetece es aplatanarse en el sofá y dejar que se vea lo que ponen por la tele sin ni siquiera molestarse a cambiar de canal (pasa un par de veces al año o así…). Y vaya, ponían La Terminal, ésta era de Spielberg, ¿no?

Debido a una serie de problemas políticos, el pasaporte de Viktor Navirsky queda invalidado cuando intenta salir del aeropuerto de Nueva York. Incapaz de entrar en EEUU y de coger un avión de vuelta a su casa, se ve obligado a encontrar la manera de vivir dentro del aeropuerto a la espera de que la guerra civil de su país acabe. Sin hablar inglés, sin dinero y sin posibilidad de moverse, Viktor se transforma en un moderno Robinson, atrapado en el extraño ecosistema del aeropuerto.

El argumento da para presentar una tragedia con todas las penurias que un vagabundo sin papeles y sin dinero debe soportar para vivir en un ambiente hostil, pero a Spielberg esas cosas no le suelen ir, así que el dramón se transforma en una comedia absurda al más puro estilo Big Fish. ¿Y quién mejor para presentarlo que el tonto más simpático de todo Hollywood? Tom Hanks es uno de estos pocos elegidos para hacer de bobalicón carismático sin parecer demasiado tonto ni demasiado listillo. Su Viktor Navorsky es agradablemente Forrestgumpiano y se aleja de cualquier tipo de deconstrucción del personaje. Se dedica a ser (casi) él mismo y pasear su sonrisa con una solidez entrañable, sin histrionismos ni estupideces.

Y es que la película lo único que quiere es contarte una historia (y eso el tito Spielberg lo hace muy bien). Una historia ñoña de un hombre simple y adorable, con una visión de la vida y un tesón que ya nos gustaría tener. La narración flojea a veces y la trama principal parece necesitar de descansos, que Spielberg aprovecha para rellenar correctamente con un buen puñado de historias secundarias. Son pequeños relatos muy cotidianos imbuidos dentro de la trama general, asomando la cabecita aquí y allá. No destacan por su profundidad pero se siguen agradablemente, sobrando quizás el papel de Zeta-Jones que parece estar sólo porque debe haber un partenaire femenino.

Sería muy fácil que esta propuesta fuera pesada, lenta o chorra, pero Spielberg sabe bien lo que hace. Las diferentes desventuras de Viktor se suceden con naturalidad, manteniendo un ritmo y un tono que capta nuestra atención y queramos saber más de la historia. Después de todo, si en algo destaca Spielberg es en ser un buen artesano de historias. Es que casi da igual lo que nos cuente, nosotros nos la vamos a tragar con patatitas y vamos a pedir más. Y aquí no pasa nada emocionante ni especialmente entretenido, pero le aporta la dosis adecuada de azúcar, lo estructura con clase y consigue que nos entretengamos con cualquier cosa.

La película surgió a modo de unas “vacaciones de escritor” en que Spielberg se tomó un pequeño descanso durante los dos años en que estuvo trabajando a destajo preparando a la vez la desgarradora Munich y la compleja La guerra de los mundos. Momentos en que se necesita un entretenimiento ligero y en verdad es lo que consiguió. La historia es simple e incluso insulsa y realmente no tiene nada por lo que debería llamar la atención, pero, a su manera, funciona.
Así pues, no hay rastro de una crítica política muy fácil de tirar ni se incide en la vida de los pordioseros de los aeropuertos. Simplemente se provoca una situación de la que sacar punta, se pone un malo y a partir de allí, de piedrecita en piedrecita con más o menos gracia. No hay aspavientos ni artificios extraños ni excentricidades, sólo una excusa de historia, personajes bien construidos y muy normalitos y un desarrollo agradable. Los toquecitos de esperanza y buen rollito made in Spielberg junto con el carisma de Hanks hacen suficiente. ¡Incluso puede parecer que Viktor haya disfrutado el año que ha pasado encerrado en el aeropuerto!

Evidentemente, no es uno de los mejores trabajos de Spielberg, pero sí un entretenimiento agradable que ver con una sonrisita tonta en la boca un domingo tarde con ganas de hacer el vago. En manos de cualquier otro habría sido un engendro infumable, pero el resultado es adecuadamente digno.


Nota: 6
Nota filmaffinity: 6.5

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