sábado, 24 de enero de 2015

Pasaporte para Pímlico

Después de unos cuantos meses con películas densas el DPM nos ha brindado una propuesta más ligerita, una pequeña comedia de los británicos Ealing Studios, conocidos por la creación de clásicos del cine en la época post-IIGM.


Londres se recupera tras la devastación de la guerra. Entre cráteres y ruinas la ciudad se reconstruye y sus habitantes soportan con estoicismo las privaciones y el racionamiento. Una explosión de una bomba alemana abandonada revela un secreto que cambiará la vida del barrio de Pimlico: unos antiguos documentos prueban que Pimlico no pertenece al Reino Unido ¡sino a la Borgoña! ¡Jolgorio y alborozo! Los Pimlicos (ahora borgoñones) ya no se ven sometidos al yugo de las leyes británicas, se pueden olvidar de las privaciones y vivir en libertad. Aunque bueno, gobernar un pequeño estado dentro de otro igual no es tan fácil como hubieran previsto…

La premisa inicial puede parecer absurda (y bueno, lo es) pero una vez pasado este Rubicón y aceptamos la independencia pímlica nos encontramos con un desarrollo aplastantemente lógico. El nuevo país necesita crear estructuras propias, se producen conflictos diplomáticos, hay que proveer para la población, se debe prever una invasión… ¡Incluso se tiene en cuenta a las (recién nacidas) Naciones Unidas! Cómo no, da lugar a un buen puñado de gags bien logrados que sacan punta al reflejar aspectos de la sociedad y el carácter británico.
Si es que, cuando las cosas van mal dadas, ¿Qué mejor para tocar las narices a la nación que sabotear algo tan puramente londinense como el metro? ¿Qué mejor manera de reflejar que ya no se es el Reino Unido que sufriendo una tremenda canícula estival? Un ligero aroma a sátira acompaña el metraje y a un grupo de personajes muy entrañables a los que es fácil coger cariño.

Podríamos discutir que el guión no tiene muchas complicaciones ni se rompe la cabeza en exceso, simplemente tiene la consistencia y el contenido adecuado para componer una comedieta agradable y resultona. Los gags son abundantes y mantienen siempre un puntito de mala idea muy simpático. Sin dejar de ser pulcramente blancos, eso sí, que paga la corona británica y aún no hemos llegado a 1950, ¡no pidamos peras al olmo! Sin ser un prodigio ni destacar por su virtuosidad, se mantiene en una corrección muy destacable dónde en en ningún momento parece sobrar (ni faltar) nada.
Siempre se nos ha mostrado al Reino Unido como uno de los países vencedores de la guerra. Se nos enseñan imágenes de británicos orgullosos y triunfantes, pero en la mayoría de películas se obvian los sufrimientos que provocan los bombardeos alemanes y el sufrimiento de los civiles. Como mucho hemos visto imágenes de evacuación de niños al campo (casi siempre como si fueran unas vacaciones o el inicio de unas aventuras mágicas) y alguna que otra escena de entrar al metro para protegerse de las bombas, pero poco más. En Pasaporte para Pimlico sí que lo tenemos. Los barrios están destrozados y no hay apenas casa que no tenga un roto, se proyectan reconstrucciones de barrios enteros, se reflejan las cartillas de racionamiento (¡incluso se reciben con agrado porque garantiza que tendrás con qué comer!), la carestía de una época desagradable y la nostalgia de una época mejor donde podías pasear por la ciudad sin temor a caer en algún agujero o hacer explotar una bomba olvidada, gente colaborando con lo poco que tiene para tirar para adelante con el optimismo ingenuo que da el haber sobrevivido a una guerra cruel. En cierto modo me recuerda a las películas españolas de los 50-60. La pobreza está por todos lados pero se respira un aroma alegre que te obliga a sacar una sonrisita en el sufrimiento (Los ladrones somos gente honrada, Usted puede ser un asesino, El pisito).

En parte es justo esa la función de los Estudios Ealing. Inaugurados en los años treinta, el gobierno británico les contrató desde el inicio de la guerra para producir un puñado de comedias bienintencionadas que subieran la moral de la población. A lo largo de los años nos dejaron un buen puñado de comedias que se basaban en un humor blanco y alegre, siempre con un punto socarrón muy bien encontrado. Destacan entre ellas piezas como El hombre del traje blanco, The ladykillers (con remake de los hermanos Coen), Whiskey a gogo! o la pieza que nos ocupa hoy. Pequeñas comedias llenas de picardía y buenas intenciones.

Si dentro de tus vidas cinéfilas quieres descargar con algo diferente y ligero, reírte con una comedia bien hecha de otra época, sin comerte mucho la cabeza, entonces puedes intentar pasar un buen rato con los alegres pimlícos en los apenas ochenta minutos que dura la película. Se ven en nada y, decididamente, te hacen reír un poco.


Nota: 6
Nota filmaffinity: 7.0

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