domingo, 22 de junio de 2014

Habitación en Roma

La última película de uno de los bichos raros del cine español es de estas que nació con la polémica bajo el brazo. Cine de lesbianas con altas dosis de desnudos, el escándalo estaba asegurado y la publicidad alimentó más la hoguera de las habladurías en una película que dio mucho que hablar en su momento.

Dos mujeres se dirigen a un hotel en plena noche romana. Allí se disponen a pasar una noche de sexo desenfrenado antes de volver a su casa. Una vez en ella, la extraña atmósfera de la habitación, cargada de erotismo y sensualidad, las llevará a compartir sentimientos y pensamientos que tenían encerrados. Entre titubeos, afloran los traumas que cada una arrastra en un torrente de revelaciones que nos prueban que esta noche es mágica, todo el universo está contenido en estas cuatro paredes y cualquier cosa es posible. Es momento de soñar y dejar el alma libre, sin importar un mañana que, aunque existe, parece no tener importancia lejos del lecho compartido…

¿Es una película erótica? Las protagonistas están desnudas el 90% de la película y tenemos como veinte minutos de puro sexo, pero realmente la película no acaba de ir de eso… ¿Es una película de lesbianas? Sí, las protagonistas son mujeres y la película se detiene un poco sobre los miedos y neuras que tienen (o pueden tener) aquellas que aún no han salido del armario, pero la película no acaba de ir de eso… ¿Es una película de amor? Las protagonistas se dan mil muestras de afecto mucho más allá del ámbito sexual, haciéndose incluso sinceras promesas de amor eterno, pero la película no acaba de ir de eso… ¿Es una película simbólica? En ella encontramos muchos guiños y símbolos que aportarán información adicional al espectador avezado, los cuadros no están allí porque sí, ni los enlaces de Google, ni las canciones del servicial botones, pero la película no acaba de ir de eso…

En el fondo, de lo que va la película es de Medem. Después de dedicar una película a su hermana (Caótica Ana) ha vuelto a sumergirse en su torbellino de obsesiones, aunque se haya vuelto más cursi que nunca. Todo lo que podríamos esperar encontrar en una película de Medem se condensa en cuatro paredes, tan compactado que no queda espacio para el que no beba de su bodega.
Ha jugado tanto a deconstruir la estructura narrativa que aquí la desmenuza totalmente: no hay historia. Crea un  mundo en la habitación que contiene un universo entero. Fuera, una mística Roma se convierte en un extraño y ajeno lugar, lleno de peligros y fuente de miedos, que sólo se nos permite observar con seguridad a través de la distancia que atorgan los satélites de Googlemaps.
Los personajes de Medem se mueven entre la realidad y los deseos, la fantasía que imaginan, la que les gustaría que fuera real y la que perciben como tal. El diálogo que se crea entre ambas amantes es un fiel reflejo de estas obsesiones. Juegan a inventar historias, confesar secretos recién creados. En un primer momento, con cierta complicidad, se sumergen en un juego de invenciones, pero la realidad se va filtrando poco a poco en sus historias para acabar reflejando los sueños de las protagonistas, cayendo en un onírico sueño donde crean la relación que ambas sueñan con tener y que saben que nunca tendrán.
La cámara se mueve con virtuosismo, siguiendo a una espléndida Elena Anaya y a una Natasha Yavorenko que le da una difícil réplica con remarcable acierto. La cantidad de simbolismos que podemos encontrar a lo largo de la cinta bebe de las típicas influencias pictóricas y musicales de Medem, reconocibles y apreciables para el observador experto, desconcertantes y surrealistas para el profano. La decoración de la habitación tiene de todo menos casual, como no es casual que todo ocurra en Roma, ni las obras de arte de las paredes ni ese Cupido traidor pintado en el techo. En este reducto que componen la cama y las paredes lo cotidiano se vuelve trascendente e inolvidable (al menos para la pareja que vive su noche loca).

Y luego está el sexo, a Medem le va el vicio y siempre ha incluido mucho sexo en sus películas. Eso no es nada nuevo e incluso ha realizado películas que tratan específicamente sobre las obsesiones sexuales. Pero incluso en estos casos, ninguno de sus trabajos tiene tal cantidad de escenas de cama como Habitación en Roma. Con una bellísima fotografía, retrata primorosamente la relación entre las protagonistas. Orgasmos, primeros planos pezoniles, culos… A lo largo de la mágica noche que comparten las amantes, los diálogos se intercalan con retozamientos continuos. Cabe reconocerle que, al menos, sus intenciones para con su dependencia del sexo como expresión artística siempre van más allá del primario placer "voyeur", en un intento por trascender hacia el desnudo emocional de sus personajes por encima del regodeo físico.

¿Era necesario meter todo esto en una sola película?  Pues igual no, porque se convierte en un mastodonte denso e indigesto, que exige conocer previamente de qué pie cojea el director y tener cierta experiencia con sus simbolismos y su particular lenguaje. A diferencia del resto de su filmografía, no hay más concesión para el espectador que los bellos desnudos que ocupan la pantalla. Después de todo, Medem es uno de estos directores que al hacer películas no piensan mucho en los espectadores y se nota. Se vendió como una película erótica (los productores quieren sacar taquillas) y seguro dejó el culo torcido a la mitad de los espectadores. Pero ¡ay! Debo reconocer que sabe fascinarme, consigue intrigarme y emocionarme, siempre me atrapa y me invita a seguir su poesía visual y acompañarle en sus delirios. He disfrutado, y lo que parecía una simple película de tetas se ha convertido en un extraño y apasionante viaje.

En resumen, Medem nos invita a presenciar una noche loca con una pareja que se acaba de conocer. Entre polvo y polvo, los amantes comparten estas intimidades que sólo puedes decir a quién no volverás a ver. Es eso lo que Medem retrata: una noche loca que se vuelve mágica, condensando todas las obsesiones que atormentan a este particular director, con una fotografía preciosista y toda la cursilería que te puedes imaginar. Has de ir dispuesto a dejarte fascinar y seguir las migas que se te dejan por el camino. Si eres de la cuerda de Medem, estoy seguro de que disfrutarás de la película. Si no te gusta su estilo, evidentemente, ni te acerques a ella. El resto, igual puede disfrutar de la cantidad de sexo que hay, pero poco más.

Nota: 7
Nota filmaffinity: 5.3

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