jueves, 1 de mayo de 2014

El restaurante del fin del mundo (Douglas Adams)


Vuelven Arthur Dent y su toalla, con el apoyo de la guía del Autoestopista galáctico y la prodigiosa nave de improbabilidad están dispuestos a ir hasta el fin del mundo, de los tiempos y al inicio de la historia. Ya le tenía ganas a las segunda entrega de la “trilogía en cinco partes” de Douglas Adams. ¡Humor absurdo por bandera!

Título: El restaurante del fin del mundo
Autor: Douglas Adams
Título original: The restaurant at the end of the universe

“Armados de la Guía del Autoestopista galáctico, los protagonistas del libro más divertido que se recuerda continúan sus disparatadas aventuras, que les conducirán al asombroso Restaurante del fin del mundo. Ford Prefect, Arthur Dent, Trillian, Zaphod Beeblebrox y Marvin el Androide paranoide se enfrentan a una tetera automática de la que sólo mana un líquido asqueroso, al planeta condenado porque sus habitantes se empeñaron en tener más zapaterías de la cuenta, a un olvidado transporte espacial cuyos pasajeros, debido a toda clase de estúpidos retrasos, llevan novecientos años esperando que la nave arranque y, luego, al restaurante del fin del mundo, situado en el momento del tiempo en el que el universo entero llega a su estrepitoso final: un inusitado número de cabaret, amenizado por la música ligera de la orquesta del restaurante. No termina ahí su odisea, porque a continuación viven otra aventura que les revelará el verdadero origen de la especie humana: una pandilla de ejecutivos de poca monta que fueron expulsados de su planeta por indeseables.”

¡Chorradas al poder! Si las primeras aventuras de Arthur Dent hacían saltar todas las reglas de la lógica, Adams no se queda corto en la segunda entrega. Un libro cargado de aventuras y burradas con las que no sólo divierte si no que aporta argumentos a porqué el sentido de la vida es, obviamente, el que es; además de reflexionar certeramente sobre las paradojas temporales, el origen de la vida y la religión. Hay más ciencia ficción pura en esta novela que en muchas obras de aventuras pretendidamente futuristas: robots depresivos, delfines agradecidos, comunas espaciales que llevan generaciones pillándose un pedo en la misma fiesta, viajes en el tiempo y antihéroes bicéfalos… ¿Qué más se puede pedir?

Es sorprendente la velocidad a la que se suceden las disparatadas situaciones con las que Adams nos bombardea. La narración es rápida y ligera, permitiendo pasar páginas a toda velocidad entre carcajadas.
El protagonismo recae en Zaphod Beeblebrox, el antiguo presidente del Universo, el cual es reclutado muy a su pesar para que utilice su nave de Improbabilidad para llegar al lugar más recóndito de todos los planos de existencia, aquel lugar donde vive ese ser que rige todas las cosas importantes del Universo. Mientras tanto, Ford Prefect intenta vivir la vida lo mejor que puede y, armado con su toalla, se mete en más líos de los que pudiera imaginar.
En este caso, tanto Trillian como Arthur Dent toman un papel más secundario, actuando a modo de conciencias de sus respectivos acompañantes. Hay que destacar igualmente el papel de Marvin el androide deprimido, que aparte de pasarlo muy mal, tiene en su haber los mejores chistes del libro, con algunas respuestas más que lapidarias.

Se le puede achacar que la acción es un poco errática, fruto del conglomerado de divertidas absurdeces que nos atronan, pero esto no impide encontrarnos con un libro francamente desternillante. Algo inferior a su predecesor y con menos momentos inmortales, pero sin duda hará las delicias de todos aquellos que disfrutaron con la Guía del Autoestopista galáctico.

Nota: 8
Nota anobii: 4/5

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