sábado, 16 de marzo de 2013

Oz, un mundo de fantasía


"El Mago de Oz" de Fleming es una de esas películas que perduran en el recuerdo colectivo, por su calado emocional, por su deliciosa ingenuidad colorista, por el carisma de sus personajes, por la belleza de unos temas imperecederos y por una historia cargada de ilusión. Sin duda alguna, hablar de la obra maestra de la MGM es hacerlo de una de las películas que más han disfrutado personas de todas las generaciones desde su estreno, entre los cuales me incluyo. Sin duda, una de las cintas de mi infancia. ¡Oh!, ese mágico mundo de Oz, ¡dónde un poderoso mago cumple tus deseos y si golpeas tus zapatos rojos puedes volver a Kansas! Colores, alegría, fe y magia en un mundo lleno de vida y brujería dónde cualquier sueño puede hacerse realidad -si es bueno, ¡claro!-.

Oscar es un mago, un ilusionista que viaja de pueblo en pueblo entreteniendo a la gente con trucos de prestidigitación y timos varios. Del último pueblo tiene que salir huyendo y acaba siendo engullido por un tornado. En vez de morir, es trasladado al mágico mundo de Oz, dónde se convierte en el protagonista de una profecía que le proporcionará un trono y riquezas fabulosas. Pero claro, no todo será tan fácil y deberá pasar por mil peligros para hacerse con el trono.

A pesar de que todos los estudios están dedicados a revivir todos y cada uno de los blockbusters de otras épocas, atreverse a revisitar un mundo tan particular y atemporal como Oz puede parecer una insensatez. Por suerte, parece que Raimi ha decidido tomarse un poco en serio el proyecto y el resultado es aceptablemente digno.

ACTORES: Actuar delante de pantalla azul es una tarea difícil y a menudo los actores no calculan muy bien dónde tienen que mirar o cómo tienen que gesticular. Este aspecto está bastante bien tratado en la película y no se observan errores de este estilo. Esto no quita que la actuación sea irregular. Franco apenas parece tener dos gestos que repite continuamente y las brujas sobreactúan demasiado. Sin embargo, al no tener apenas exigencias de guion, el resultado es aceptablemente digno.

DIRECTOR: Raimi podría haber escogido actualizar la obra, trasladarla a los gustos actuales de cine de videoclip y mareo constante, pero no, decide hacer un sentido homenaje al Mago de Oz original y ha llenado su película de guiños a la obra de Victor Fleming y Mervyn Leroy: ese inicio en blanco y negro, el skyline de la ciudad esmeralda, el mono alado con chaqueta del hotel Saint Gregory, los simios guerreros, la burbuja voladora de Glinda, el rostro verde-puré de guisantes de la bruja del Oeste.... Muchos aspectos son notoriamente reconocibles. El trabajo visual de la película es tremendo y hay que felicitar -y mucho- al encargado del apartado visual. Tanto las texturas como los colores como la arquitectura recuerdan mucho a la película original. El extremo colorido que se consigue con el ordenador es de lo más creíble y permite dar la impresión de que ambas películas suceden en el mismo mundo.
Lamentablemente, la película no pasa de ahí. El exuberante uso de los efectos especiales esconde una película infantil, simple y anodina. La mano de Disney y el gran respeto con la imaginería original es obvia y seguro hará las delicias de los más pequeños, pero corre el peligro de asustar a los adultos que no gusten de apreciar sólo de una buena paleta visual.

GUIÓN: El mundo de “Oz” es tierno y entrañable y la película original es un canto a la honestidad y el buenismo. La película de Raimi pretende ser escrupulosamente respetuosa con el clásico y la historia se crea de acuerdo con la complejidad de la época. No hay ni giros extraños ni trampas ni la más mínima complicación. La historia es tan decidiamente naif, y está tan cargada de ilusión y ternura que es necesario acogerla benevolentemente. El guion rechaza la más mínima complicación y, en una inocua sucesión, sirve de excusa para transportarnos y hacernos disfrutar de la preciosidad visual que crea Raimi para el mundo de Oz. Por suerte, esta simple historia presta atención a la lógica y deja todo  bien atado para acoger la futura llegada de Dorothy con un desenlace correcto y azucarado.

La sensación que me deja es como si fuera una película rodada con la tecnología actual pero siguiendo los gustos de 1939. Es una película de otra época, deliberadamente simple, entrañablemente ingenua e inocua. El aspecto visual es detallista y precioso, ayudando a que esta película destinada a toda la familia se convierta en un agradable e intrascendente entretenimiento.
Si se quiere visionar, recomendaría hacerlo en pantalla grande, donde uno puede dejarse maravillar con su preciosista paleta de colores. En la pequeña pantalla no se pueden apreciar estos detalles y la película pierde mucho. 

Eso sí, abstenerse los alérgicos al edulcorante.

Nota: 5
Nota filmaffinity: 5.8



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